Texto por Miguel González
Para su primera exhibición individual en Colombia Reynier Ferrer ha seleccionado una treintena de obras que ilustra muy bien no solo la práctica pictórica sino los postulados emocionales y el sendero conductor de una propuesta que se vale de la casualidad y el azar en el actuar de sus argumentos sugerentes. No olvidemos que la casualidad y el azar son los ejes que los dadaístas históricos y en consecuencia los surrealistas evocaron para sus creaciones. Como sabemos este año se cumple el primer centenario de la aparición del primer manifiesto surreal redactado por el escritor, poeta y activista francés André Bretón.
Los surrealistas incluso fueron más allá y planearon estrategias para provocar la casualidad y el azar. Ferrer no es ajeno a este procedimiento en su pintura emocional, accidentada, visceral, impredecible y construida por capas de color superpuestas que se arman o se desarman en el tiempo de ejecución.
Pero el gesto y el uso del azar y casualidad manifiesta y/o provocados son solamente ingredientes en los lienzos al óleo de Ferrer ya que su pintura pastosa y con pigmento espeso es una propuesta generalmente abstracta, no anecdótica ni narrativa. Es más bien la consumación de un acto que sin embargo deja la posibilidad de variaciones formales y cromáticas. La materia pictórica que tiene el antecedente en Vincent va Gogh y desde el podemos trazar una línea hasta el grupo Cobra, pienso particularmente en el holandés Karel Appel, naturalmente el francés Jean Dubuffet y el español Antoni Tàpies, para nombrar tres figuras seminales que trabajaron con la materia pictórica y color -en el caso de Appel- y que serían una especie de tradición en el comportamiento de lo matérico.
Esas superficies táctiles. Alguien dijo que el arte informalista era algo para tocar más que para ver. En la década de los ochenta con la llamada mala pintura, neo-expresionismo o transvanguardia la materia pictórica llegó a estados jamás vistos. Pienso en Baselitz, Lupertz, pero sobre todo en Kiefer en Alemania y algo en los italianos de Achille Bonitto Oliva. También en Julián Schanabel con su obra anárquica e inquietante. Ferrer tiene inevitablemente estos referentes externos y es de los artistas que siguen creyendo en la pintura, en el acto ritual de cometerla, en el poder de sugestión de los resultados emocionales y en el papel del color como un agente de persuasión y seducción. Todas las obras de Reynier Ferrer son aparentemente abstractas, aunque en algunas no ha alcanzado a sepultar elementos figurativos que se escapan a la avalancha de brochazos y pinceladas. En la más evidente está la presencia de un pato sumergido en la materia pictórica, pero representado de manera realista dentro de un juego cromático de tonos arbitrarios. La obra fechada en el 2019 se titula Monstruo y hace parte de esta exhibición en la Galería Duque Arango de Medellín que es la encargada de presentar por primera vez la propuesta de Ferrer en Colombia.
Todas las obras tienen títulos, pero estos no sirven para señalar una situación concreta ni determinar un argumento. Más bien colaboran a sugerir en el espectador estados evocadores, senderos de misterio y apuestas abiertas para imaginar. No son títulos categóricos ni corresponde a algo concreto. Cuando leemos El sueño de la razón produce monstruos (2019) es inevitable pensar en Goya, aunque la tela de Ferrer no tiene nada que ver con el admirable grabado de los Caprichos. Metamorfosis (2020) remite a Kafka en primera instancia, aunque la pintura no posea referente alguno al hombre insecto. Summertime (2022) nos hace pensar en el aria de la ópera Porgy and Bess de Gershwin, pero en las sugerencias de Ferrer son cualquier verano o ninguno. Así podríamos seguir y no encontramos semejanzas formales sino inquietantes dicotomías.
Ferrer nació y estudió en La Habana, siempre tuvo claro que quería ser pintor desde temprano y pudo ingresar a la Academia de San Alejandro en su ciudad natal. Este antiguo centro de enseñanza ha ejercido su magisterio a varias generaciones de artistas cubanos, entre ellos los más prestigiosos. En su formación pudo conocer de primera mano la obra de Wifredo Lam, René Portocarrero, Martínez Pedro, Mariano Rodríguez, Raúl Milián, Amelia Peláez y Antonia Eiriz que fueron sus primeros contactos directos con la modernidad cubana.
Reynier Ferrer es un artista formado y activo a partir de este nuevo milenio. Su participación en eventos coincide desde el principio de su formación en la academia. Se involucra en muestras colectivas desde el año 2000. Su trabajo en dichos certámenes le ha permitido mostrar su obra en Estados Unidos, Canadá y naturalmente en su país de origen. Igualmente celebra exposiciones individuales desde el 2002. Hasta el momento ha podido presentar su propuesta en catorce muestras en solitario. La presente exposición en Medellín es en consecuencia la primera vez que el artista expone en Suramérica.
Ferrer fue dejando la práctica de la figuración inicial y ha ido expandiendo su voluntad de libertad pictórica, decidiéndose por obras ricas en juegos cromáticos y formas emocionales, de gestos abundantes y expresivos que buscan generar intriga y evocaciones en el observador.
Miguel González
Curador y crítico de arte
Cali, enero de 2024.