Fernando Botero: Un Maestro Universal en Barcelona
Desde el 14 de febrero hasta el 20 de julio de 2025, el Palau Martorell de Barcelona se convierte en el epicentro del arte latinoamericano con una de las exposiciones más significativas dedicadas a Fernando Botero. Titulada Fernando Botero: Un Maestro Universal, esta muestra constituye la mayor retrospectiva jamás celebrada en España del artista colombiano, recientemente fallecido en 2023, y reúne más de 110 obras provenientes de colecciones privadas de todo el mundo.
La exposición, curada por Lina Botero y Cristina Carrillo de Albornoz, ofrece un recorrido temático por el universo plástico del artista, dividiendo su obra en diez secciones que revelan tanto su versatilidad como la profundidad crítica de su mirada. El visitante encuentra escenas de la vida cotidiana latinoamericana, reinterpretaciones de grandes maestros de la historia del arte, exploraciones en torno al circo, la religión, la violencia y la naturaleza muerta, así como obras de fuerte carga política que abordan los conflictos de su país natal y del mundo contemporáneo.

Uno de los grandes atractivos de esta exposición es la posibilidad de ver, por primera vez en España, obras que hasta ahora permanecían fuera del circuito público. Entre ellas destaca su versión de Las Meninas, reinterpretación libre del clásico de Velázquez que había estado colgada durante décadas en su estudio privado de París. Esta pintura evidencia su admiración por los grandes maestros del Siglo de Oro español y también revela cómo Botero resignifica la historia del arte desde su estilo característico: figuras amplias, colores saturados, silencios elocuentes y un sentido del humor sutil pero incisivo.

Otra pieza excepcional es Homenaje a Mantegna (1958), una obra temprana de la que poco se sabía hasta hace poco. Trasladada recientemente de una colección privada en Estados Unidos, fue adquirida con el apoyo de Lina Botero y la casa de subastas Christie’s. Esta obra permite vislumbrar los inicios de su fascinación por el volumen y el espacio pictórico, y se inserta en el contexto de su estancia en Florencia, donde estudió en la Academia de San Marco y se empapó del Renacimiento italiano. Botero reconocía a Piero della Francesca y Paolo Uccello como influencias fundamentales en su forma de entender la perspectiva, la composición y el silencio en la pintura.

A lo largo del recorrido, el espectador se encuentra con óleos sobre lienzo, esculturas en bronce, dibujos en carboncillo, acuarelas y técnicas mixtas que dan cuenta de una obra profundamente coherente, aunque sorprendente en su diversidad de medios. Las esculturas, por ejemplo, no son meras transposiciones tridimensionales de su pintura, sino piezas que exigen otro ritmo de observación y apelan al cuerpo desde la materia. La monumentalidad, uno de los rasgos más distintivos de su lenguaje, no responde únicamente a una estética de lo excesivo; es, más bien, una apuesta por lo táctil, por una presencia que se impone en el espacio y en la memoria.
Pero si algo define el legado Botero es su capacidad de conjugar belleza y crítica, gozo visual y reflexión social.
En este sentido, la exposición en el Palau Martorell permite dimensionar la amplitud temática de su obra y su compromiso con la historia, tanto la propia como la ajena. A través del prisma del boterismo, el espectador se asoma a una visión del mundo en la que el cuerpo, el poder, la religión, la política y la cultura popular son observados con agudeza e ironía, sin perder nunca el sentido de la belleza ni el rigor técnico.
El contexto arquitectónico del Palau Martorell, un elegante edificio neoclásico del siglo XIX ubicado en el corazón del Barrio Gótico, potencia la experiencia expositiva. Su restauración reciente y su adaptación como centro cultural refuerzan el diálogo entre tradición y contemporaneidad que tan bien encarna Botero. La muestra está abierta todos los días de 10 a.m. a 8 p.m., y cuenta con audioguías en varios idiomas, además de tarifas reducidas para estudiantes y adultos mayores de 65 años.

Barcelona, además, mantiene una relación simbólica con Botero desde hace décadas. Su célebre Gato de bronce, instalado en la Rambla del Raval, se ha convertido en uno de los íconos escultóricos de la ciudad. La actual exposición en el Palau Martorell no solo reafirma ese vínculo, sino que lo profundiza al ofrecer una visión amplia, matizada y emotiva del legado de uno de los artistas más reconocibles del arte contemporáneo.