El 24 de noviembre de 2017 hasta el 11 de marzo de 2018 en el Hôtel de Caumont en Aix-en-Provence, se llevó a cabo la exposición “Botero, dialogue avec Picasso”: una exposición que reunió obras de ambos artistas para mostrar sus similitudes y contrastes.
Se mostró la producción del maestro colombiano desde un ángulo único que explora sus afinidades artísticas con Pablo Picasso. Unas sesenta obras de Botero (óleos, obras sobre papel, esculturas) hicieron eco de una veintena de grandes obras de Picasso, en particular de las colecciones del Musée national Picasso-Paris y del Museu Picasso de Barcelona.
A pesar de sus orígenes distantes, historias y trayectorias diferentes, estos dos grandes artistas comparten referencias geográficas y culturales comunes: Desde su juventud, Fernando Botero observó la obra de Pablo Picasso, cuya rica paleta, monumentalidad y sensualidad de volúmenes admiraba. Pero Botero admira aún más el «inconformismo» de Picasso. Para los dos artistas, la deformación de cuerpos y volúmenes corresponde a una mirada decididamente subjetiva de la realidad. Traduce también una postura radicalmente moderna en la historia de la figuración, al origen en cada una de ellas de un lenguaje artístico inimitable, propio de cada una.
Las respectivas carreras de Botero y Picasso están atravesadas por grandes interrogantes sobre la pintura y el arte. En el Hôtel de Caumont, la exposición “Botero, diálogo con Picasso” invita a explorar de sala en sala los temas de los que se han apropiado: El retrato y el autorretrato; las apropiaciones de la historia del arte; la naturaleza muerta; el desnudo; el artista ante los grandes acontecimientos históricos y políticos; la tauromaquia; el mundo del circo; la música y la danza.
Entre las obras clave, podemos citar el díptico de Botero Según Piero della Francesca (1998), La pera gigante (1976), Pierrot (2007) o La Fornarina, según Raphaël (2008) de Botero; pero también El acróbata (1930), El baile del pueblo (1922), Masacre en Corea (1951) de Pablo Picasso o su interpretación de Las meninas de Velázquez, de 1968.
Junto a las pinturas, la exposición presentó algunas esculturas de Botero, entre ellas su imponente Caballo (1999), así como una veintena de dibujos de los dos artistas. Técnica muy utilizada por los dos artistas, el dibujo nos permite descubrir un aspecto menos conocido de la obra de Botero y un lado más íntimo de su práctica artística.