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Luis Caballero

Luis-Caballero
Obras destacadas de Luis Caballero

Sin título, 1982

Sin título, 1986

Sin título, 1980

Sin título, 1981

Biografía de Luis Caballero

Luis Caballero, artista de vocación, ha sido considerado uno de los más destacados artistas latinoamericanos de la segunda mitad del siglo XX. Su obra se centra en el cuerpo humano y sus expresiones más intensas

Luis Caballero Holguín nació el 27 de agosto de 1943 en Bogotá dentro de una familia de artistas: hijo del escritor Eduardo Caballero Calderón y sobrino nieto de la pintora impresionista Margarita Holguín. Estudió arte en la Universidad de los Andes entre 1961 y 1962, y luego en la Academia de la Grande Chaumire de París, entre 1963 y 1964.

En 1968 obtuvo el primer premio de la I Bienal de Medellín, con un políptico en el que estos personajes se extienden en afanosas búsquedas amatorias sobre superficies azules y amarillas.

Ese mismo año, se radicó en París. Teniendo siempre el ser humano como parte central de su trabajo, sus figuras masculinas desnudas, convertidas en el único motivo de su obra, fueron adquiriendo una corporeidad más realista en la que se identifican sus estudios sobre el manierismo italiano del siglo XVI y del romanticismo francés de comienzos del siglo XIX.

Lo único que le importa es el cuerpo: su superficie, sus músculos y huesos. A base de estudio Caballero ha podido dominar la representación figurativa y volcarse sobre el goce brindado por el intenso poder de las formas orgánicas. Sin embargo, el naturalismo de Caballero no es un naturalismo tranquilo; por el contrario, las representaciones de sus figuras desazonan y llenan de angustia, una angustia amortiguada de todos modos por la belleza del trabajo. Son cuerpos erectos que están a punto de caer o recibiendo castigo, o cuerpos yacentes, muchas veces apelotonados en pequeños grupos, que parecen descansar después de la contienda amorosa o que realmente están muertos. Si todas las zonas del cuerpo, a partir del rostro, destacan la idea del tormento, del éxtasis o del anhelo, las manos crispadas o aquéllas que aprehenden otros cuerpos resultan adoloridas al máximo. Son manos desesperadas, ansiosas, solitarias.

También está su preocupación casi exclusiva por el fenómeno estético, por la presencia del cuerpo hermoso, vivo o muerto, erótico y provocativo; la sofisticación de la sensibilidad que ama la estilización, la imagen prodigiosa. A lo largo de los años ochenta, la obra de Caballero se muestra más suelta y segura y, al mismo tiempo, más dramática. El artista trabaja cada vez más fragmentos del cuerpo humano y observaciones escorzadas muy cercanas, casi tangibles. Aunque ahora le importa menos el acabado de la forma, es indudable que no deja de ver como dibujante, esto es, en trazos. Ultimamente Caballero ha acentuado los valores tonales, y con frecuencia ha trabajado con pinceles; sin embargo, sigue mostrando un diseño latente y no puede evitar que sus manchas o sombras tengan una delimitación precisa. De todos modos, este nuevo tratamiento de sus cuadros se aviene con la intensificación de la violencia.

Regresa a Bogotá en 1995. Ese mismo año fallece a sus 52 años.

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